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Hace unos días hice un lindo viaje a Panamá, canal incluido por supuesto.
Había pasado mil veces por Panamá, pero solo para hacer conexiones de vuelos, ahora decidí conocerla y me sorprendió en muchos sentidos.
Llegué muy temprano en la mañana y lo primero que me sorprendió fueron las construcciones de verdaderos rascacielos apiñados unos al lado de otro que fotografiándolos desde ciertos ángulos nos dan la sensación de estar viendo una fotografía de Manhattan.
Lo segundo fue ver el horizonte después de más de un año de vivir en Medellín rodeado de montañas., tuve una sensación de libertad increíble, es como si se abriera el mundo.
Lo tercero fueron los supermercados surtidos con todo lo que un cocinero necesita para hacer volar su imaginación, y a estos siguieron el Terminal pesquero profuso en pescados y mariscos y también de pelícanos que esperan pacientemente que los pescadores les dejen las sobras de su trabajo…pienso que con tanta abundancia a diario de comida al alcance de la mano (del pico en realidad) estos pelícanos se han olvidado de “pescar”.
Y Panamá me siguió sorprendiendo cuando llegué al casco antiguo, declarado patrimonio de la humanidad y que está siendo reconstruido con un detalle sorprendente, reconstruyendo lo importante y modernizando lo posible sin perder el estilo original.
Esa primera mañana, ya había caminado varios kilómetros bajo un fuerte sol pero casi sin darme cuenta por lo extasiado que estaba mirando todo a mi alrededor, cuando el hambre comenzó a apretar mi estómago y mi amigo cubano Danilo Méndez, representante en Panamá de Ingeniería Gastronómica de Argentina, me fue a buscar al Terminal Pesquero y me llevó a almorzar a El Trapiche, un restaurante típico de comida panameña. Como éramos tres se pudieron probar varios platos.
Al igual que en casi toda América al norte de Uruguay, Chile y Argentina (de los que algún díaharé una reseña), con excepción en parte de Perú y México, y Brasil por no haber estado bajo el dominio español, la comida tiene rasgos comunes en toda Suramérica con cambios de nombres y detalles personales en cada región, la mezcla americo-española-africana está presente en todos lados.
Comenzamos el almuerzo con una buena cerveza Balboa y continuamos con una botella de Malbec argentino, todos a precios muy accesibles.
Como entrada vinieron carimañolas (como croquetas de yuca rellenas de queso del país), patacones y otros bocados fritos cuyos nombres no recuerdo (la verdad es que perdí el papelito donde los anoté), todos sabrosos y bien elaborados.
Después llegaron Ropa Vieja, Chicharrones y Sancocho de Gallina, todos conocidos pero con el toque especial panameño y por supuesto de El Trapiche.
Como postre un dulce hecho con una fruta autóctona de Panamá, el NANCE, un extraño sabor pero que me fue atrapando a medida que lo comía.
Estuve solo tres días en Panamá pero lo caminé y comí todo y no dejó de sorprenderme.
Es indudable que la influencia internacional en Panamá, debido a en gran parte al Canal que la atraviesa y que aun hoy casi 100 años después todavía emociona, ha tenido mucho que ver con el desarrollo de su gastronomía en incluso ha atraído a restaurantes de prestigio internacional como el peruano Astrid & Gastón, del emblemático Gastón Acurio.
Qué recomendarles como lugares para encontrar buena gastronomía, más que lugares, zonas o barrios El Cangrejo con la Vía España, la Vía Uruguay y la Vía Argentina donde está El Trapiche y Astrid & Gastón, el Casco Viejo de la Ciudad donde está Manolo Caracol, Frit-Arte, Aromas Café, Casa Blanca y muchos otros, la isla Perico (Brisas de Amador –Causeway) donde está el típico El Tambor de la Alegría entre otros. Y la lista es interminable para esta ciudad de un poco más de un millón de habitantes pero con “un millón” de ofertas gastronómicas. Cocina rusa, india, thai, peruana, mexicana, china (donde brilla el clásico Lung Fung con su cocina cantonesa), parrilla argentina y hasta los Crêpes & Waffles y Leños y Carbón colombianos.
Como lo dije al principio, Panamá sorprende.
Me sorprendí con la gastronomía pero también con los enormes Centros Comerciales donde uno puede perderse más de un día completo sin aburrirse y a veces literalmente perderse si quiere encontrar de nuevo una de esas tiendas de 2 ó 3 pisos.
Y para no parar con mis sorpresas otra muy agradable fue el ron panameño, el ABUELO, un señor ron que sorprende en su versión más sencilla, el 5 años, ni qué hablar del 7 ó el 12 años, ese que paladeé en Casa Blanca mientras escuchaba un fantástico grupo de son cubano.
En Panamá también encontré la solución a ese dilema que se creado en Medellín en torno a la cocina, que si debe ser la tradicional o molecular o tecno emocional o la ya perimida fusión, etc., etc. En Panamá, Manolo Caracol resolvió el problema muy fácilmente, cuando le preguntan que tipo de cocina hace, contesta muy rápidamente...”COCINA CON AMOR”.
Les podría dar mil detalles más…pero mejor súbanse a un avión y aterricen en Panamá…pero dedíquenle más días que yo que no pude conocer ni el lado caribeño ni las playas y eso que están tan cerca de la ciudad, otra vez será.
Había pasado mil veces por Panamá, pero solo para hacer conexiones de vuelos, ahora decidí conocerla y me sorprendió en muchos sentidos.
Llegué muy temprano en la mañana y lo primero que me sorprendió fueron las construcciones de verdaderos rascacielos apiñados unos al lado de otro que fotografiándolos desde ciertos ángulos nos dan la sensación de estar viendo una fotografía de Manhattan.
Lo segundo fue ver el horizonte después de más de un año de vivir en Medellín rodeado de montañas., tuve una sensación de libertad increíble, es como si se abriera el mundo.
Lo tercero fueron los supermercados surtidos con todo lo que un cocinero necesita para hacer volar su imaginación, y a estos siguieron el Terminal pesquero profuso en pescados y mariscos y también de pelícanos que esperan pacientemente que los pescadores les dejen las sobras de su trabajo…pienso que con tanta abundancia a diario de comida al alcance de la mano (del pico en realidad) estos pelícanos se han olvidado de “pescar”.
Y Panamá me siguió sorprendiendo cuando llegué al casco antiguo, declarado patrimonio de la humanidad y que está siendo reconstruido con un detalle sorprendente, reconstruyendo lo importante y modernizando lo posible sin perder el estilo original.
Esa primera mañana, ya había caminado varios kilómetros bajo un fuerte sol pero casi sin darme cuenta por lo extasiado que estaba mirando todo a mi alrededor, cuando el hambre comenzó a apretar mi estómago y mi amigo cubano Danilo Méndez, representante en Panamá de Ingeniería Gastronómica de Argentina, me fue a buscar al Terminal Pesquero y me llevó a almorzar a El Trapiche, un restaurante típico de comida panameña. Como éramos tres se pudieron probar varios platos.
Al igual que en casi toda América al norte de Uruguay, Chile y Argentina (de los que algún díaharé una reseña), con excepción en parte de Perú y México, y Brasil por no haber estado bajo el dominio español, la comida tiene rasgos comunes en toda Suramérica con cambios de nombres y detalles personales en cada región, la mezcla americo-española-africana está presente en todos lados.
Comenzamos el almuerzo con una buena cerveza Balboa y continuamos con una botella de Malbec argentino, todos a precios muy accesibles.
Como entrada vinieron carimañolas (como croquetas de yuca rellenas de queso del país), patacones y otros bocados fritos cuyos nombres no recuerdo (la verdad es que perdí el papelito donde los anoté), todos sabrosos y bien elaborados.
Después llegaron Ropa Vieja, Chicharrones y Sancocho de Gallina, todos conocidos pero con el toque especial panameño y por supuesto de El Trapiche.
Como postre un dulce hecho con una fruta autóctona de Panamá, el NANCE, un extraño sabor pero que me fue atrapando a medida que lo comía.
Estuve solo tres días en Panamá pero lo caminé y comí todo y no dejó de sorprenderme.
Es indudable que la influencia internacional en Panamá, debido a en gran parte al Canal que la atraviesa y que aun hoy casi 100 años después todavía emociona, ha tenido mucho que ver con el desarrollo de su gastronomía en incluso ha atraído a restaurantes de prestigio internacional como el peruano Astrid & Gastón, del emblemático Gastón Acurio.
Qué recomendarles como lugares para encontrar buena gastronomía, más que lugares, zonas o barrios El Cangrejo con la Vía España, la Vía Uruguay y la Vía Argentina donde está El Trapiche y Astrid & Gastón, el Casco Viejo de la Ciudad donde está Manolo Caracol, Frit-Arte, Aromas Café, Casa Blanca y muchos otros, la isla Perico (Brisas de Amador –Causeway) donde está el típico El Tambor de la Alegría entre otros. Y la lista es interminable para esta ciudad de un poco más de un millón de habitantes pero con “un millón” de ofertas gastronómicas. Cocina rusa, india, thai, peruana, mexicana, china (donde brilla el clásico Lung Fung con su cocina cantonesa), parrilla argentina y hasta los Crêpes & Waffles y Leños y Carbón colombianos.
Como lo dije al principio, Panamá sorprende.
Me sorprendí con la gastronomía pero también con los enormes Centros Comerciales donde uno puede perderse más de un día completo sin aburrirse y a veces literalmente perderse si quiere encontrar de nuevo una de esas tiendas de 2 ó 3 pisos.
Y para no parar con mis sorpresas otra muy agradable fue el ron panameño, el ABUELO, un señor ron que sorprende en su versión más sencilla, el 5 años, ni qué hablar del 7 ó el 12 años, ese que paladeé en Casa Blanca mientras escuchaba un fantástico grupo de son cubano.
En Panamá también encontré la solución a ese dilema que se creado en Medellín en torno a la cocina, que si debe ser la tradicional o molecular o tecno emocional o la ya perimida fusión, etc., etc. En Panamá, Manolo Caracol resolvió el problema muy fácilmente, cuando le preguntan que tipo de cocina hace, contesta muy rápidamente...”COCINA CON AMOR”.
Les podría dar mil detalles más…pero mejor súbanse a un avión y aterricen en Panamá…pero dedíquenle más días que yo que no pude conocer ni el lado caribeño ni las playas y eso que están tan cerca de la ciudad, otra vez será.
estuve 3 meses en Panamá, hace 2 años de eso y Dios sabe cuanto extraño esa tierra!! riquisima comida, gente hermosa, clima delicioso y una ciudad que lo deja a uno boquiabierto, Amo Panamá y sueño con regresar.
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